martes, 20 de enero de 2009

Abrazos laicos al nuevo baranda de la iglesia católica en Sevilla

Me he dejado en el tintero algo que me llamó profundamente la atención en el acto de despedida de Amigo Vallejo que tuvo lugar en la catedral el pasado sábado. Oficialmente era la llegada de su relevo, Asenjo Pelegrino, pero en la práctica era decirle adiós muy buenas al que ha llevado la batuta de los católicos en Sevilla durante los últimos veintisiete años.

¿Qué es lo que me llamó la atención? Pues lo que queda reflejado en esta estupenda foto de mi amigo Eduardo Abad (por cierto que el trato que le dispensaron en la catedral a los fotógrafos mientras hacían su trabajo fue cuando menos humillante: yo en su lugar me hubiera ido).








En esta foto, os contaba, puede verse al consejero andaluz de economía y vicepresidente segundo de la Junta, José Antonio Griñan, de espaldas con los brazos abiertos en el momento en que se dispone a abrazar efusivamente al recién investido.


El abrazo se produce con el alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, como testigo de tan irrepetible momento (Monteseirín había saludado a Asenjo tan sólo segundos antes). En la foto de Eduardo puede verse también, tras el altar, al inmolado Amigo presenciando la bajada de pantalones.



Porque que el poder civil -socialistas ambos, para más inri- tenga que subir a un altar a dar la bienvenida a quien, por mucho fasto que le rodee no deja de ser simplemente el delegado de una empresa situada en la jurisdicción de las instituciones locales, provinciales y autonómicas correspondientes, no deja de resultar un anacronismo. Y esto siendo benévolo en el análisis.

Representantes de otras muchas empresas instaladas en Sevilla, que además dan puestos de trabajo, crean riqueza y no dan por culo con problemas morales podrían reclamar similar trato.




Aunque no es santo de mi devoción quiero remarcar aquí lo que Julio Anguita le dijo en su día al obispo de Córdoba y que ayer recordaba en su columna mi compañero Fernando Santiago: "Usted no es mi obispo, le dijo Anguita al prelado, pero yo sí soy su alcalde".

Pues eso.







J.T.