sábado, 27 de marzo de 2010

La Sevilla de Antonio Guerra


Según mi admirado Antonio Guerra que Cernuda, Machado o Blanco White se tuvieran que marchar de Sevilla define lo complicada que es la supervivencia en esta ciudad. Me he "bebido" la entrevista con el maestro Guerra que Carlos Mármol ha publicado este sábado en el Diario de Sevilla. Me la he bebido con muchas ganas y mayor interés. Tanto que admito que me ha hecho reflexionar mucho.

Y discrepo. Veamos:

Sevilla es un excelente lugar para perderse, refugiarse, incluso para pasar desapercibido si así lo deseas. Cargadísima de historia como está, es muy complejo reducirla a una sola manera de verla o de intentar comprenderla.


Antonio Guerra. Foto de J.C. Muñoz

Ahora que estamos en los días grandes de la ciudad es quizás un buen momento para proponerse entenderla. Yo me limito a salir a la calle y a que me llegue hasta lo más adentro todo lo que pasa en ella. Lo hago perdiéndome entre sus gentes en las esquinas más insólitas, en los barrios más alejados, en los callejones más solitarios o en las bullas más apretadas.

No voy a los palcos, ni a los lugares donde hay que saludar: son a mi juicio días para vivir Sevilla a pie de obra.

Lo que me llega de Sevilla visto así, como forastero que vive desde hace doce años aquí y no quiere irse, es una manera de entender la vida que me interesa. Te dejan vivir si tú dejas vivir y es verdad, como dice Antonio, que puede que se interesen más por tu procedencia que por tus perspectivas. Pero para que eso ocurra tienes que ponerte a tiro. Y creo que no es imprescindible ponerse a tiro.

Cuando te enamoras de alguien no echas de menos lo que no te da, sino que te preguntas qué puedes hacer tú por esa persona. Y disfrutas de lo que te encuentras. Me parece legítimo echar de menos cosas. Pero entonces, creo, será que falta amor. Santa Teresa sería muy santa, pero se fue de Sevilla resentida porque no le dejaron fundar un convento: quiso imponer su manera de entender el amor, pero sólo estaba dispuesta a darlo si recibía a cambio lo que quería. Y la ciudad se le cerró. Al marcharse se sacudió, cuentan, hasta el polvo de sus zapatillas.

Es verdad que eso hace pensar a los que ya en la madurez nos instalamos aquí. Como también le he dado vueltas muchas veces a lo de Machado o Cernuda, y ahora o lo del propio Antonio Guerra que, como cuenta en la entrevista, con su manera de hacer las cosas chocó frontalmente en su día con los usos y costumbres de la ciudad.

Quizás lleve razón Antonio Guerra cuando defiende que para disfrutar plenamente de todo lo que ocurre en Sevilla hay que estar muy adentro. No lo discuto, pero a mí se me ocurre que quizás haya otra manera: limitarse a sentirse un visitante privilegiado, un forastero en permanente estado de provisionalidad. Así me siento yo desde hace casi doce años y me gusta mucho la manera en que me dejan vivir.

J.T.

viernes, 26 de marzo de 2010

Al lado de casa



Vivía en Barcelona y me tocó hacer la mili en Ceuta. Como yo soy de Almería, a mis amigos catalanes les pareció que tenían que felicitarme

- Qué bien, al lado de casa

Me costó hacerles entender que ese "al lado de casa", dado que yo la mili la hice apenas comenzado el siglo pasado, suponía sólo diez horitas de nada en coche entre Almería y Algeciras, a las que había que sumarle otras dos más que costaba entonces atravesar en barco el Estrecho de Gibraltar.

Varios decenios más tarde los catalanes y los madrileños continúan pensando que de Almería a Huelva se tarda media hora. Vaya en su defensa que las carreteras han mejorado, sí. Y que los quinientos kilometritos de nada que separan estas dos ciudades ya no cuestan las doce horas que había que emplear hasta hace muy poco. Ahora se pueden hacer ya en cinco horitas mal contadas... siempre, claro, que no te dé por pararte a repostar o a descansar un rato.

Aún así, quienes trabajamos en Andalucía a las órdenes de Madrid o Barcelona y nos movemos casi a diario por las carreteras de la región sabemos perfectamente cuál es el mejor regalo que se le puede hacer a un jefe madrileño o catalán:

¡¡¡Un mapa!!!

Da igual que los jefes madrileños que te mueven de Sevilla a Granada por ejemplo, tengan tres masters en Cambridge y varios doctorados cum laude o se trate de meros becarios recién ascendidos: para ellos Sevilla y Granada continuarán estando a media hora... ida y vuelta.

Y ahora os dejo, que me voy a por otro mapa más para regalar. Estoy en Jerez y me acaban de mandar a Jaén que, como todo el mundo sabe, está justo al lado.

Al lado de casa.

J.T.

martes, 23 de marzo de 2010

Una mentira que alimenta

Los ojos no salen en la tele ni en las fotos como son al natural. Toda mirada transmite cara a cara matices que las máquinas, por muy sofisticadas que sean, no acaban de captar.

Para acercarse al mensaje de los ojos de un poderoso creo que es imprescindible tenerlo cerca, seguir el recorrido de sus pupilas sin pátinas ni difusores, mirarlo tú también aunque tus ojos y los suyos sólo se crucen unos instantes.




Los ojos de Zapatero en su comparecencia tras el consejo de ministros celebrado en Sevilla el viernes 19 no tenían nada que ver con la expresión de esta foto de hace algunos años. El otro día en Sevilla transmitían prepotencia, incomodidad... contrariedad ante las mismas preguntas que hace aún escasos meses él mismo animaba a formular.

Ahora ya no. Ahora le molestan. Las preguntas.

El síndrome de la Moncloa comienza a hacer sus efectos en esos ojos azules que tantos votos ganaron en su día. Me acordé de Octavio Paz cuando escribió que los ojos son "una mentira que alimenta".




Otros ojos que al natural hablan más y distinto a lo que transmite la foto oficial que coloco aquí son los de José Antonio Griñán.

En su primera comparecencia tras el tajante lavado de cara que le ha propinado a su equipo de consejeros, los ojos de Griñán no estaban animados este martes en la sala de la Cartuja sevillana donde atendió a la prensa: hace menos de dos semanas que ganó un congreso con el 99,8 por ciento de los votos, ha conseguido componer un gabinete casi a su imagen y semejanza, es el rey del mambo en Andalucía pero sus ojos... me parecieron tristes.

Como si se estuviera preguntando constantemente a sí mismo: ¿pero quién me habrá mandado a mí meterme en este follón?

Y entonces me acordé de Baudelaire cuando se preguntaba:

"De aquellos ojos fervientes, ¿que ha quedado?"



J.T.

domingo, 21 de marzo de 2010

El hambre y las ganas de comer


Veo esta foto de Efe y no me lo puedo creer. ¿Es Juan José, el padre de la pequeña Mari Luz, el que está sentado entre Arenas y Rajoy? ¿Con corbata? ¿En la sede del PP?

Intento ponerme en su lugar: desde su llamativo aplomo, el padre de la pequeña asesinada en Huelva en enero del 2008 ha debido llegar a la conclusión de que la gente de derechas va a escarmentar más y mejor al responsable de la muerte de su hija que los progres a cuyo partido él mismo pertenecía hasta la semana pasada.

El objetivo, resarcirse del dolor lo máximo posible, parece acabar situándose por encima de las ideologías.

Intento entenderlo, porque he visto muchas veces en persona a este hombre y siempre me ha impresionado su serenidad. Intento entenderlo, pero no lo consigo.

¿Es necesaria la foto? ¿O es un precio ineludible para él porque para quienes le rodean en esta insólita escena de sofá la instantánea sí que es necesaria, es decir, rentable en votos?

Juan José Cortés ha decidido permitir que la política y los políticos capitalicen su dolor argumentando que "se han juntado el hambre y las ganas de comer".

Es su decisión. Seguro que habrá calibrado los pros y los contras.

A mí no me gusta

Por cierto, ¿de qué ser reirá Arenas en la foto?


J.T.