Lo último que teníamos pensado mi compañero Alberto y yo es que íbamos a dar este lunes festivo con nuestros huesos en La Mojonera, Almería.
El Poniente almeriense es un polvorín que cada equis tiempo brinda al respetable una pequeña explosión. La muerte este domingo de un inmigrante de Mali a manos de un magrebí que intentó atracarlo en un locutorio desató inmediatamente las iras de los subsaharianos que apedrearon tiendas de magrebíes, quemaron coches y contenedores y provocaron complicados disturbios hasta bien entrada la madrugada.
Nada nuevo en la zona. El pasado seis de septiembre en Roquetas, a diez kilómetros de La Mojonera, la muerte de un senegalés desembocó en una batalla campal que duró varios días.
Ni lo de Roquetas ni lo de ahora en La Mojonera tienen afortunadamente nada que ver con los célebres disturbios de El Ejido en el año dos mil. Aquello fue lo más grave que ha ocurrido en la zona... de momento.
Pero lo de La Mojonera es nuevo porque pone de manifiesto la difícil convivencia entre magrebíes y subsaharianos. Los inmigrantes están aquí repartidos, probablemente por casualidad pero es un hecho, según su procedencia: mientras los magrebíes son absoluta mayoría en El Ejido, en Roquetas en cambio la hegemonía es netamente subsahariana. La Mojonera está en medio.
Y aquí conviven en similar porcentaje, y con alguna dificultad a la vista de los acontecimientos, unos y otros. Como guinda valga lo que nos contestó, hace pocas horas aquí en La Mojonera, un marroquí cuando lo entrevistábamos tras ser víctima de la agresión por parte de unos pocos subsaharianos a su pequeña tienda de ultramarinos. Regularizado hace un par de años, despotricaba contra los "morenos" porque la mayoría -decía- no tienen papeles.
- El que no tenga papeles, que lo devuelvan a su país, proclamaba Mohamed indignado.
Y se quedó tan pancho.
J.T.
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