miércoles, 14 de octubre de 2009

Miret Magdalena

Era teólogo y tenía siete hijos.

Hablaba de religión pero no era cura.

Acostumbrados a escuchar en la tele a curas retrógrados (¿Urteaga se llamaba aquel que nos daba la paliza en los años del blanco y negro antes de irnos a dormir?), acostumbrados también a sufrir retiros y ejercicios espirituales en aquellos internados religiosos del franquismo, suponía todo un shock llegar a la universidad y encontrarte a Miret Magdalena escribiendo en la revista “Triunfo” sobre un dios tolerante según él y nada flamígero ni vengativo.

Miret Magdalena fue para muchos de nosotros la primera pre-certeza de que otro mundo era posible. Tras ser machacados por miedos irracionales durante la niñez y parte de la adolescencia, don Enrique supuso un verdadero oasis en medio de tanta sotana casposa y alcanforada.

En los primeros setenta Miret se acercaba al fenómeno religioso desde su especial manera de entender las cosas: nada que ver con lo que flotaba en el ambiente. Y lo explicaba sin tópicos, con un lenguaje alejadísimo del habitual y sin tentaciones proselitistas. En las antípodas de Wojtyla estaba. Y por supuesto, de Ratzinger.

Cuando desapareció Triunfo, sus opiniones pudimos continuar leyéndolas en El País. Sus artículos y sus libros -algunos de ellos os los enseño aquí- siempre aportaban algo interesante.

Empecé a leer a Enrique Miret Magdalena cuando él tenía la edad que ahora tengo yo. Casi cuarenta años más tarde se me va con noventa y cinco cumplidos sin que yo aún haya acabado de entender cómo un hombre tan lúcido podía creer en algo. ¿O no?


J.T.

2 comentarios:

maldomar dijo...

Hombre y digno; ¿?

Le tenía mucho respeto. Y estima.

Algo, con él, se me ha ido. Para sempre. Me temo.

¿Conocemos quien le siga en sus quehaceres?

Juan Tortosa dijo...

A mí me basta con que sepan algo de él aquellos jóvenes que en su momento no lo conocieron