martes, 27 de octubre de 2009

El Ejido no es Enciso



Tuve la fortuna, y digo la fortuna porque fue una experiencia muy agradable, de ser ciudadano de El Ejido durante todo un año.

Pocas ciudades, os lo aseguro, rezuman más vida que El Ejido. En ebullición permanente, rugen las subastas en las alhóndigas y braman los camiones frigoríficos que a centenares salen disparados a diario camino de Alemania o Dinamarca cargados de frutas u hortalizas.


Semillas de calabacín

Semillas de pimiento

Trajinan los holandeses con sus semillas, los catalanes con sus plásticos o con sus sistemas de cultivo hidropónico. Complejos sistemas informáticos de riego se mezclan con la utilización de abejorros para la polinización o con el uso de lo último en insecticidas que aparece en el mercado.


Cultivo hidropónico. Las plantas crecen sin tocar la tierra

Y todo manejado por jóvenes de preparación media cuyos padres, muchos de ellos analfabetos, decidieron hace cuarenta años tirarse a la piscina y dejarse la piel intentando sacarle partido a estas tierras antes que irse a Cataluña o Alemania a buscarse la vida.

La posterior integración de los inmigrantes en todo este entramado está siendo muy pero que muy complicada. Pero os aseguro que en El Ejido todo junto se percibe como un hermoso reto con muchas asignaturas aún por aprobar, una apuesta que no se podía dejar escapar.

Juan Callejón

Así lo entendió Juan Callejón, alcalde de El Ejido entre 1979 y 1991, que apostó por literalmente regar la zona de colegios e institutos. Fundó también una ahora ya prestigiosa escuela de música, construyó polideportivos, promovió un festival de teatro que pronto se convirtió en puntero y que está mundialmente reconocido...


Luego llegó Enciso y se jodió todo. Aunque no se atrevió a parar nada de lo que había puesto en marcha su antecesor (los votos le iban en ello) ya no hubo más iniciativas de este tipo. Pero claro está, tampoco le pudo poner puertas al campo.

Los ejidenses, gente interesantísima os lo aseguro, siguen apostando por la vida y la prosperidad al margen de quien esté al frente del gobierno municipal. ¡Se parece tanto el sentimiento de una gran parte de sus ciudadanos a lo que nos pasaba a muchos en toda España durante la época de Aznar, o a la desazón planetaria que tanta gente del mundo entero sentía en los años de Bush!

A pesar de todos los pesares El Ejido, la buena gente de El Ejido, ha sabido continuar creciendo. Y lo que El Ejido ha de llegar a ser, creedme, sólo está todavía empezando.

Yo pienso volver a vivir allí otra buena temporada cuando encarte. Porque a mí me gusta estar rodeado de gente a la que le gusta tirar palante en la vida. Me gusta que me contagien su energía, sus ganas de luchar y de sacarle al día a día todo el jugo posible aunque sea una putada que el impuesto revolucionario haya de pasar por cargar con el estigma de tener a un alcalde en la trena.

J.T.

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