viernes, 8 de octubre de 2010

Sus majestades los cámaras



El titular es un homenaje a quienes han sido y son mis compañeros de trabajo durante tantos años ya.

Hubo un tiempo en que tuve la suerte de recorrer el mundo con formidables reporteros gráficos como Maellas, Mata, León, Canete, Menéndez o Márquez (mis disculpas a los que no nombro). Pero aparte de estos monstruos de la imagen periodística, también me han tocado agraviados de la vida que cuando te emparejaban con ellos en una cobertura, te soltaban a las primeras de cambio:

- ¿Tú eres fijo o contratado?

¿Fijo? Toda su entrega ¿Contratado? Ya te podías dar por jodido. Y eso si ibas con realizador, porque si eras un redactor sin realizador tiraban de convenio y te espetaban:

- ¿Qué plano quieres? Tú me dirás dónde pongo el trípode.

Iban de divinos de la muerte, de auténticos dandies de la vida, que paladeaban con delectación el privilegio que les había concedido el destino haciéndolos cámaras de la única televisión de España en una época idílica que desde hace ya tanto tiempo es literalmente impensable.
A este tipo de cámaras también les encaja lo de “majestades”, pero por lo de creerse los reyes del mambo. Y no te digo nada sobre cómo tiraban de “estilo” a la hora de pedir a la carta en el restaurante de turno. La carta en una mano y el reloj en la otra para recordarle al productor del equipo que sólo les quedaba hora y media como mucho para finalizar la jornada. Los muy estresaos.

Estos especímenes existían y existen. Sí, sí, existen aún, os lo aseguro. Y si queréis, otro día os cuento. Pero a quienes yo quería dedicarle hoy lo de "sus majestades", antes de irme por las ramas como he hecho, era a aquellos con los que coincido a diario en la calle desde hace tanto tiempo: a los que veo soportar a redactores incompetentes y chillones, a los que veo grabar verdaderas frikadas sin queja alguna, a los que veo entregados a un trabajo que los tiene como puta por rastrojo y que realizan sin rechistar.

Sin rechistar (o rechistando con mucha prudencia) y cobrando de risa si los comparamos con esos reyes del mambo y de la vida que os contaba más arriba.

Estos últimos, con quienes coincido en las batallas de cada día, son los verdaderos héroes, los verdaderos reyes a los que, desde aquí, les quiero rendir hoy este modesto homenaje desde la mayor de mis admiraciones.


J.T.

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