sábado, 16 de octubre de 2010

Los peligros de la "señal realizada"


En la permanente progresión de bajada de brazos, por no decir de pantalones que muchas empresas periodísticas practican frente al poder, una de las conquistas que han hecho los partidos políticos y las instituciones en detrimento del libre ejercicio de la información es conseguir que las televisiones acepten recibir señal realizada de sus actos.

Para quien no sepa en qué demonios consiste una señal realizada lo cuento: Antes, cuando ibas a un mitin electoral, a una cobertura en el congreso de los diputados o en un parlamento autonómico tú llegabas con tu cámara, instalabas tu trípode y conectabas el cable de audio a la toma de sonido.

Gracias a ese sistema contabas con imagen y sonido grabados por ti, con tu criterio, que podía ser grabar a piñón la intervención de quien estuviera en el estrado o sencillamente “pasar” de lo que ocurría en el escenario principal y dedicarte (porque tu criterio era ese) a buscar planos particulares de aquello que a ti te parecía llamativo, ilustrativo, elocuente…

Ahora no. Ahora los organizadores del acto o los dueños del chiringuito contratan una productora con una serie de cámaras que pueden llegar hasta la media docena, pagan ellos la cobertura y la realización y producen la señal realizada del evento en cuestión.

Desde el punto de vista periodístico, esto es una clara obstrucción al ejercicio libre de la información sobre algo que ocurre porque ya no es posible proponerle al espectador tu mirada, tu punto de vista sobre lo que está ocurriendo, sino que te ves obligado a aceptar la mirada del que paga.

El que paga le ofrece el caramelito a los administradores de los medios con un argumento irresistible: ya no tienes que pagarle dietas a tu gente, ni viajes, ni hoteles, ni utilizar cámaras: aquí tienes mi señal gratis, puedes usarla entera, una parte, retransmitirla en directo… lo que quieras. Y además por cero euros. Demasiada tentación para un gestor de medios en los tiempos que corren. Yo los entiendo, pero…

Consecuencia: la libertad de elegir el plano que quieres murió. Resquiescat in pace. Ya no hay planos de nadie metiéndose un dedo en la nariz, ni bostezando o discutiendo. Mucho menos de alguien durmiendo o metiéndose en una página porno del internet. Tampoco veremos nunca más tomas de las zonas que quedan vacías cuando un partido político convoca un acto.

¿Por qué las empresas periodísticas aceptan esto? Porque, como decía más arriba, es muchísimo más barato: ¿usted me pone la señal realizada en el satélite? Gracias. Yo me la bajo y punto. Ahorro p’al rancho.

¿El criterio periodístico? Pero bueno, si tienes la frase que te interesa, ¿para qué quieres más?, te dice el gerente cuando, invocando -tímidamente- la libertad de expresión, intentas explicarle que estas prácticas la vulnera.

Pues quiero más, querido gerente, porque es legítimo. Y además, porque si no ponemos freno, un día no nos mandarán ya más la señal realizada, sino un “compactadito” con las “mejores” frases (según el departamento de comunicación de ellos, claro, que para algo pagan la cobertura).

Y el paso siguiente… ¿a que resulta fácil de adivinar? Pues sí. ¡Ese!: Nos dirán exactamente lo que quieren que pongamos después de reprocharnos haber emitido cierto “corte” o “total” (frase) que no les haya gustado.

Eso sí, a la empresa informativa le saldrá rentabilísimo, sobre todo porque esa manera de funcionar suele tener como premio suculentas contraprestaciones en inserciones publicitarias. De momento.

J.T.

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