miércoles, 12 de agosto de 2009

Mi amigo Morenatti ha perdido una pierna en Afganistán



Conociéndolo como lo conocemos mi amigo Eduardo Abad, que fue su jefe en la delegación regional que la agencia Efe tiene en Sevilla, y yo hemos llegado a la misma conclusión:

Seguro que a Morenatti lo que más le preocupa de lo que le ha pasado -una bomba afgana explotó ayer al paso del tanque estadounidense en el que Emilio había elegido viajar para hacer su trabajo- no es haberse quedado sin pierna. Lo que más le preocupa, estamos seguros, es la repercusión mediática que va a tener su caso.




Morenatti, Emilio Morenatti, periodista de raza, siempre ha procurado cumplir con el undécimo mandamiento del buen periodista: pasar desapercibido. Y es que los periodistas somos testigos, no protagonistas. Somos correas de transmisión, no estrellas del mundo del espectáculo.
Emilio, como tantos de nosotros, está en esta locura porque le gusta contar historias, historias vividas en primera línea, historias en las que hay que ser testigo, estar en el sitio para poder contarlas.




Emilio, a sus treinta y cuatro años -ahora tiene cuarenta- decidió darle una considerable vuelta de tuerca a sus inquietudes, pidió la excedencia en la agencia Efe y se largó con Associatted Press a hacer lo que siempre quiso. Consiguió su sueño: ser testigo con su cámara de lo que ocurre en lugares como Afganistán, Pakistán o Gaza, lugar este último donde por cierto lo secuestraron, aquella vez con desenlace feliz, en octubre de 2006.




Hace seis meses le concedieron un premio internacional que reconocía el valor de su trabajo. No sé qué hará Emilio a partir de ahora con su pierna amputada. Pero de una cosa estoy seguro: se las arreglará para continuar contando las historias que siempre soñó contar.


J.T.

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