miércoles, 5 de agosto de 2009

Brindis por cuatro amigos

Julián, Sol, Eduardo, Antonio. Cuatro compañeros, cuatro amigos con los que en algún momento de mi vida profesional compartí mesa de trabajo, inquietudes, conspiraciones, peleas, decepciones... también alegrías. Los cuatro se han marchado en los últimos quince días.

Con Julián y con Antonio viví aquellos años triunfales de Zeta en los que Interviú se comía el mundo. Aquellos últimos setenta antes del golpe de Tejero, aquel período llamado "de transición" en el que por publicar cualquier gilipollez nos citaban cada dos por tres para declarar en los juzgados.



Con Sol tuve el honor de figurar en la plantilla del Informe Semanal de los primeros ochenta, cuando el país se paraba los sábados -sólo había una televisión todavía- para ver los reportajes del programa.


Y con Eduardo fumábamos mesa con mesa y nos peleábamos por el cenicero -sí, entonces se podía fumar en la redacción- él en la sección de Cultura y yo en la de Internacional del Cambio16 de los últimos ochenta.




Eran Julián Lago, Sol Alameda, Eduardo Chamorro y Antonio, el fotógrafo Antonio Catalán del que mira por dónde no tengo foto. Con Antonio y con su hermano Pepe viví momentos gloriosos primero en la calle Alcántara y luego en la calle Potosí de Madrid. Un día Antonio, con apenas treinta años, mandó Zeta a tomar por culo y decidió instalarse con su pareja en una casita perdida por las montañas de una isla balear.

El tiempo nos fue llevando a cada uno por distintos sitios. No sé para ellos, pero para mí
aquella época marcó mi manera de entender no sólo el periodismo sino también la vida.
Fueron años de cocerse a fuego lento en ambientes irrepetibles.

Ahora ellos ya se han ido. En menos de quince días nos han dejado los cuatro. Yo, por todo lo que de ellos me queda en la memoria y en las tripas, continuaré bebiendo a su salud.



J.T.

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