sábado, 7 de marzo de 2009

Sobre los apocalípticos de la crisis



Mi amigo Pepe Morales es cordobés y currante nato. Lleva en el oficio menos años que yo, pero también unos cuantos, así que ha sido inevitable que a veces trabajáramos juntos formando equipo. Últimamente no tengo esa suerte y me tengo que conformar con llevarme una gran alegría cuando coincido con él en algún sarao. Pepe es reportero gráfico, cámara de televisión, pero él prefiere autodenominarse "aprietabotones".

Incluso cuando se cabrea, y a fe que se cabrea, Pepe lo hace con simpatía. Ahora está cabreado con los apocalípticos de la crisis.

- Mira, Juan, me decía el otro día, cuanto más traguemos el discurso de los agoreros de la crisis, cuanto más caigamos en la trampa y les compremos ese mal rollo, más verdad acabará siendo. Hay crisis -continúa Pepe- pero ¿cuándo no? Sí, cobro menos de lo que merezco, tengo una hipoteca amenazante, gastos por todos lados y miedo a quedarme en paro. Es decir: como siempre.

- Hay que salir y gastar -nos decía una amiga funcionaria cenando la otra noche. Quedarse en casa es seguirle el juego a los catastrofistas. Según la teoría de Nina, quien tiene un sueldo asegurado debe hacer que el dinero corra. No es el momento de quedarse en casa y ponerse a llorar. Es el momento de salir a la calle con más ganas que nunca. De no darles la razón a los predicadores del desastre.

Es verdad: tanta apología del miedo a lo que pueda pasar empieza a ser como mínimo un coñazo, un abuso, una manera de aterrorizar a ese ciudadano medio que ya de por sí sobrevive pillado por los huevos a diario entre el trabajo y las obligaciones familiares.




Los que nos han metido en esto no tienen derecho encima a acojonarnos más de lo que ya solemos estar habitualmente. Tanto antes cuando parecía que éramos ricos como ahora que parece que se acaba el mundo los pringaos seguimos haciendo siempre lo mismo: echando horas en trabajos mal retribuidos, pagando nuestras deudas como podemos y educando a nuestros hijos lo mejor que sabemos. Quien más quien menos ha pasado por el inem varias veces en su vida y quien más quien menos ha ido trabajando por lo general donde ha podido, no donde ha querido.

El cómun de los mortales nunca podemos permitirnos sacar los pies del tiesto. Ni antes ni ahora. ¿De qué nos hablan, pues? ¿Qué tenemos nosotros que ver con el maldito desastre global?



Lleváis razón, amigos Pepe y Nina. Que nos dejen en paz y que los que hayan montado este pifostio que espabilen de una puñetera vez y lo arreglen cuanto antes. Y si no lo saben arreglar, por lo menos que se dejen ya de tanto "que viene el lobo" y nos permitan disfrutar a gusto de los pocos o muchos polvos que aún nos queden por echar.




J.T.

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