lunes, 27 de julio de 2009

La ley del menor o quién le pone el cascabel al gato

Noticias sobre violaciones múltiples a niñas de trece años perpetradas a su vez por menores de edad me han recibido a porta gayola a mi vuelta de vacaciones.

La primera fue en Baena (Córdoba); víctima: niña de trece años; lugar: la piscina municipal de la localidad; agresores: cinco niños menores de edad -uno de ellos su ex noviete- y un sexto de veintidós años.



La segunda, apenas dos días después de conocerse la historia de Baena, ocurrió en Isla Cristina (Huelva) la madrugada del sábado dieciocho de julio; víctima: niña de trece años; lugar: la playa del pueblo, a donde la llevaron desde las casetas de la feria; agresores: siete niños menores de edad, dos de ellos menores incluso de catorce años, por lo que no se les puede imputar delito alguno.




Meando fuera de tiesto como casi siempre, a los portavoces del partido popular les faltó tiempo para poner a parir la ley del menor. Resumieron y simplificaron los ataques argumentando que se trata de una ley que protege más a los verdugos menores de edad que a las víctimas menores de edad.

Este asunto es un debate jurídico, social y humano de enjundia, un espinosísimo tema al que los especialistas llevan años dándole vueltas sin encontrarle una solución que satisfaga a nadie cuando ocurren casos como los de Baena o Isla Cristina. Eso es verdad. Y la solución, como sea, creo que todos estamos de acuerdo en que hay que encontrarla cuanto antes.

Hay que encontrarla cuanto antes, sí, pero hay que encontrarla desde hace mucho tiempo.

Me tocó vivir muy de cerca hace nada menos que nueve años el caso de las niñas de San Fernando (Cádiz) ¿Os acordáis? Dos niñas de diecisiete y dieciséis años llamadas Raquel e Iria asesinaron a sangre fría una primaveral noche de sábado a su amiga Clara, también de su misma edad, en un descampado frente a uno de los acuartelamientos militares de la zona. Cuando las detuvieron explicaron que, entre otras razones, habían matado a su amiga para experimentar qué se siente viendo morir a un ser humano.




¿Dónde están ahora Raquel e Iria? Con los nombres cambiados y tras cumplir en centros de internamiento de menores un máximo de ocho años, que es lo que establece la ley del menor, han tenido la posibilidad de rehacer su vida y el crimen que cometieron ya es historia.

Me abstengo de meterme aquí en un charco haciendo cualquier tipo de comentario. Pero sólo quiero recordar una cosa: aquel mayo del año dos mil en el que Clara murió a manos de sus amigas en un descampado de San Fernando el partido popular llevaba ya cuatro años gobernando y aún le quedaban otros cuatro.

La ley del menor no la tocaron.


J.T.

2 comentarios:

maldomar dijo...

En mi comentario a la entrada del mango-mamo-neo de Mediapro a De La Morena (efectivamente, "joyita" manipulativa), transcribo, planteaba una necesidad:

"Pero en ocasiones, quienes deben limitar u obviar el hablar sobre toda información son Los Medios, como en el caso de violencia extrema y ASESINATOS contra mujeres e infancia (niñas más), últimamente desaforada.

[...] EL EFECTO MIMÉTICO SE PROPAGA EXPONENCIALMENTE y, o silenciáis estas violaciones de niños, no tanto, contra niñas o mucho me temo que habréis contribuído necesariamente a su instauración."

Un honor, si hubiera sido incluída en ésta: el papel de los medios de comunicación, en la difusión de estos acontecimientos, en su replicación y su banalización al coteidianizarlos.

O el hecho de estar la noticia así ya es una respuesta "por la tangente"...

Sea lo que sea, que estos asesinatos y agresiones se disparan cuando son divulgados por informativos, y machacona y soezmente destripados por la basura de algunos programas, es una lamentable realidad.

El mundo tiene suficientes noticias que vender.

Incidir así en éstas ¿de verdad es el camino para su erradicación?

Juan Tortosa dijo...

Querida Maldomar, qué dura es la existencia de la libertad de expresión, ¿verdad?