domingo, 27 de marzo de 2011

Familia de Marta del Castillo. Yo no sé cómo aguantan


Conozco la casa de Marta. Cuando me contaban su historia hace ya tiempo, yo me sentaba con Eva y Antonio, sus atribulados padres, en el mismo sofá donde ellos lo hacían con sus tres hijas para ver juntos la tele por las noches.

Conozco a las dos hermanas de Marta, que defienden como pueden su derecho al anonimato y sobrellevan también como mejor pueden la desaparición de su hermana y la vorágine permanente en la que, desde enero de dos mil nueve, vive toda la familia.

Se convirtieron en una familia mediática. La pareja, el tío Javier y el abuelo José Antonio decidieron aceptar esta servidumbre conscientes de que su presencia en los medios era probablemente un buen camino para que lo que había ocurrido con la pequeña Marta no cayera en el olvido.

Les repugna, lo sé bien, tanto buitreo como una buena parte de nosotros hemos practicado revoloteando sobre su desgracia. Lo llevan lo mejor que pueden porque creyeron que lo peor que les podría haber pasado era que el asunto hubiera dejado de estar en candelero. El problema es que cuando aceptas esa especie de "impuesto revolucionario" las reglas de funcionamiento del "show" son muy difíciles de controlar.

La desaparición, las detenciones, las búsquedas, los traslados de los detenidos desde la prisión a los juzgados para declarar, los personajes que iban sumándose, el carácter de culebrón que fue adquiriendo todo lo que rodeaba al caso, los mil y un programas de televisión interesados en aumentar la audiencia sin importarles en absoluto los sentimientos de la familia... Mucho.

Ahora ha terminado el juicio al primero de los implicados y la surrealista y decepcionante sentencia -poco más de tres años para el menor que, el mismo juez admite, colaboró en la desaparición de la joven y sabe dónde está el cuerpo- añade más leña al fuego. Seguro que la familia del Castillo Casanueva se está preguntando estos días si tanta exposición mediática les ha servido para algo.

Y todavía les queda la traca final, el juicio a los mayores de edad presuntamente implicados.

Yo no sé cómo aguantan

J.T.

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