Los regalos de sus mágicas majestades suelen tener algo de premonición.
Entre las cosas que este año han tenido a bien depositar en mi balcón junto a mis zapatos, las copitas de anís y el barreño de agua para los camellos, quiero destacar lo que más me llamó la atención en la mañana de ayer: los reyes me han traído maletas.
Sus majestades me sugieren pues, viajar. Viajar mucho. Y entiendo el mensaje, que uno al que mi querido amigo Curro me ha transmitido esta mañana: Ni un minuto más para mirar atrás. A la calle ya, a por todas.
Llenaré las maletas, pero poquito.
Mucho mejor, siempre, ligero de equipaje.
J.T.
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