Treinta periodistas han sido asesinados en México durante los últimos cuatro años. Han matado allí en ese tiempo a más informadores que en la guerra de Irak desde 2003.
En el caso de los conflictos bélicos, el reportero que acude al escenario de los hechos cuenta ya con el riesgo añadido que implica ese tipo de coberturas. Pero en muchos medios de comunicación mejicanos el campo de batalla se encuentra en su propio centro de trabajo.
No es que te juegues la vida por meterte donde hay peligro: es que hagas lo que hagas y estés donde estés, si trabajas en un medio de comunicación el peligro existe ya simplemente por pertenecer a su plantilla, aunque sea de telefonista.
Todos los que nos dedicamos a esto estamos acostumbrados a lidiar con presiones, amenazas, intentos de extorsión o de soborno, cabreos, insultos... porque no suele ser habitual que aquel a quien dejas en evidencia en una información luego vaya y te dé las gracias.
La credibilidad tiene mucho que ver con la solvencia de lo que se cuenta. Y a veces lo que se cuenta es de tal solvencia… que acaba con la paciencia de quien se puede permitir la represalia.
Cuando la represalia, como en Méjico, se traduce en nueve tiros a bocajarro porque no te gusta lo que cuenta el periódico, creo que se puede entender el sentimiento de impotencia del Diario de Juárez, en Chihuahua, sacando bandera blanca cuando escribió un editorial el pasado domingo 19 de septiembre que titulaba “¿Qué quieren de nosotros?”
Se sienten poco protegidos por el gobierno frente a los narcos y han agotado su capacidad de resistencia ¿Qué significa esa bandera blanca? ¿rendición como han dicho unos? ¿solicitud de tregua, como sostienen otros?? ¡¡Ufff!! ¡Qué difícil todo!
¡Y qué arriesgado!
J.T.
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