Así será la vista aérea de la plaza de la Encarnación
cuando el proyecto Metrosol-Parasol esté terminado
Si hay un lugar en el mundo donde se palpa a diario hasta qué punto la naturaleza humana es reticente a los cambios, ese lugar es Sevilla.
En los doce años que llevo disfrutando de la vida en este estupendo lugar del mundo hay algo a lo que jamás he conseguido, ni creo que conseguiré, acostumbrarme: se trata de la capacidad que tienen mis queridos convecinos para escandalizarse ante la amenaza de la más mínima perspectiva de cambio en su entorno de siempre.
Las cosas son como son porque llevan siglos siendo así y así deben continuar estando per secula seculorum, parecen decir: la estética de la queja, de la prevención, de la oposición por sistema frente a cualquier propuesta estética que signifique modificar algo.
¿Que alguien quiere modificar algo? Pues se monta una campaña para que la idea se encuentre con mil obstáculos antes de prosperar.
He vivido en estos doce años campañas, por ejemplo, contra la peatonalización del centro, contra el carril bici, contra el tranvía. Feroces y machaconas diatribas recogidas y avivadas por cierta prensa local con el objetivo de machacar la iniciativa, de cargársela a cualquier precio.
Quieren hacer una torre más alta que la Giralda en la isla de la Cartuja -la torre Pelli, cuyos cimientos comienzan ya a tomar cuerpo- y ya se están rasgando las vestiduras los sevillanos de pro entre copita y copita en la bodega Morales, en el Becerra o el Capitol.
El lugar donde se construye la torre Pelli junto a una simulación
de cómo quedará cuando esté terminada
Luego ocurre que, cuando aquello contra lo que despotricaban se termina y se inaugura, pasa inmediatamente a usarse, a disfrutarse y se presume ante las visitas con el mismo desparpajo con el que antes se abominaba de ello; como si la idea hubiera sido de los mismos que la criticaban: lo he visto, ha pasado con las nuevas calles peatonales, con el carril bici, con el servicio de bicicletas, con el tranvía... Ahora todo está de puta madre para los mismos que durante las obras salían con pancartas a la calle para intentar pararlas.
Bicicletas y carril bici junto al puente de la Barqueta
La peatonalizada Avenida de la Constitución, junto a la Catedral
No sé si sucederá lo mismo con la construcción del Metrosol-Parasol de la plaza de la Encarnación, a trescientos metros escasos de la conocida "Campana", el enclave en torno al que gira la vida de la ciudad.
Metrosol-Parasol es un proyecto vanguardista e innovador que apura ya su última fase de construcción después de cinco años y que revitalizará de una manera revolucionaria uno de los enclaves más clásicos y tradicionales del centro de Sevilla. Una zona que ha permanecido abandonada treinta años largos y a la que este proyecto, sin duda, dotará de una vida extraordinaria: moderno mercado de abastos, cafeterías, restaurantes, centro comercial, zonas de paseo y esparcimiento...
Estas dos fotos de las obras de Metrosol-Parasol las tomé el pasado 25 de enero
Bien es cierto que el ayuntamiento, promotor e impulsor del proyecto Metrosol-Parasol, conocido popularmente como "Las Setas", ha ofrecido suficientes argumentos a los detractores por la lentitud en la ejecución de las obras y la manera como se ha disparado el presupuesto inicial. Eso es verdad.
Pero tengo para mi que cuando "Las Setas" estén acabadas, quienes han proferido los mayores vituperios contra ellas serán los primeros en ufanarse de contar con una obra que dotará a la ciudad de un emblema más con el que ser reconocida en el mundo entero.
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