Horas de espera. Termina la reunión, el juicio, la visita... da igual. Comienza el desfile de entrevistables a pie de obra canuto en ristre. Aparece el primero. Lo abordamos. Accede. Y toca organizarse.
- Si nos abrimos cabemos todos, se oye.
Si el abordado tiene experiencia en encerronas de este tipo, espera. De lo contrario, comienza a largar pasando del barullo. De los tropecientos cámaras siempre hay alguno que aún no se ha colocado o que pasa del pacto. Alguien también a quien el micrófono no le llega...
Si a la cobertura en cuestión, además de los habituales de la zona, llegan equipos de fuera, sobre todo de Madrid, la cosa se complica. Lo siento, madrileños, es un dato científico, no una opinión.
El caso es que si eres cámara y te encuentras en una situación de barullo cuando luchas por conseguir un "total", más te vale dominar la técnica de "meter codo". Y al tiempo que lo haces con el arte suficiente para que no parezca un agravio represaliable, has de aplicar la contundencia necesaria para que quien intente disputarte el espacio conquistado sepa que no piensas ceder terreno.
Todo esto contando con que el asunto quede entre las gentes del oficio. Porque en las coberturas de enjundia, a los codazos habituales entre nosotros hay que añadir los que nos propinamos con los polis y los escoltas de los entrevistables.
Así, el tiempo que dura la declaración en cuestión se convierte en una permanente trifulca entre cámaras, periodistas, polis y escoltas que recuerdan los rifirrafes dentro del área chica en un partido de fútbol cuando se va a lanzar un córner o una falta peligrosa.
Ellos aprietan, tú haces lo propio y aunque parezca inaudito, hasta este tipo de batallitas puede servir para confraternizar si se gestionan con buen rollo.
Siempre recordaré aquella vez en que mi compañero Alberto libraba una batalla a muerte con un policía nacional (de esos fornidos y vestidos de azul mecánico) para mantener la posición y poder hacer su trabajo. Como quien no quiere la cosa, se metieron codo el uno al otro hasta reventar. Pero eso sí, con estilo, como si fueran gentlemen ingleses. Cuando pasó la marabunta ambos se miraron, sonrieron y uno le dijo al otro:
- La que nos hemos dado,¿no?
- Y que lo digas
Si llego a tardar un poco más en aparecer, igual hasta me los podía haber encontrado de copas.
J.T.
1 comentario:
Una técnica que desconocía y que tu me inculcaste y a la que añadiría "mejor pedir perdón que permiso" gracias por estos consejos que me sirven ahora en la batalla diaria, un abrazo Compañero.
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