Contaba yo en el post de ayer la propensión a soltar indiscreciones que suelen tener los políticos cuando se encuentran en un ambiente distendido previo a cualquier reunión importante.
Y contaba también lo que me gustaría ser cámara de televisión por un día para escucharlos en su salsa cuando se toman imágenes sin sonido en esos momentos anteriores a que se cierren las puertas y empiezan las negociaciones, los debates, las conspiraciones o lo que sea.
Claro que una ligera idea nos podemos hacer de esos desahogos recordando algunas expresiones recogidas por los micrófonos abiertos en actos públicos porque el indiscreto de turno contaba con que se encontraban apagados.
Por ejemplo el “manda güevos” que soltó Federico Trillo en su época de presidente del Congreso de los Diputados tras haber dado lectura a una infumable retahíla de términos legales.
O el contundente “hijo de puta” con el que Esperanza Aguirre calificó a un presumible compañero de partido, con quien al parecer mantiene o mantenía ciertas diferencias, durante una conversación de la presidenta con un miembro de su equipo de gobierno en la Comunidad de Madrid.
El socialista Jordi Sevilla cayó en la trampa del micrófono abierto a destiempo cuando fue cazado en un acto público tranquilizando a Zapatero por su desconocimiento de ciertos temas económicos y diciéndole “no te preocupes que yo en un par de tardes te pongo al día”
También Zapatero pegó un solemne resbalón tras finalizar una entrevista en televisión durante un proceso electoral al reconocerle a la persona que acababa de entrevistarlo que había que meter “más tensión” en la campaña.
Pero entre las indiscreciones de este tipo con más repercusión (porque tuvo consecuencias) se encuentra a mi juicio la que tuvo lugar en el Parlamento de Andalucía hace ya más de nueve años.
Faltaba poco para las cuatro de la tarde y los equipos de televisión hacían pruebas de sonido antes de comenzar el pleno. Los miembros de la mesa conversaban despreocupadamente entre sí y uno de ellos soltó la siguiente lindeza: “Los moros, que se vuelvan a Marruecos, que es donde tienen que estar”.
En aquella época (eran los tiempos de Aznar) el parlamento de Andalucía (gobierno socialista) proporcionaba la toma de sonido y cada televisión colocaba su cámara para grabar. La frase de marras la captó el equipo de televisión española y esto redimensionó el asunto.
Se atribuyó la frase al miembro del pp que formaba parte de la mesa y al que se demonizó y linchó durante semanas de manera inmisericorde. Hasta que una audición de aquella grabación a la que asistimos también los periodistas aclaró que el autor de la desafortunada expresión había sido uno de los miembros de la mesa por el partido socialista llamado Centeno que fue inmediatamente fulminado y desapareció de la escena política para siempre.
Aquello fue el principio de una cuenta atrás para cerrarle las puertas del parlamento andaluz a las cámaras hasta hoy: esa cuenta atrás duró lo que tardaron en instalar un circuito de televisión con cámaras robotizadas y equipo de realización propio.
Se acabaron los riesgos, qué puñeta.
J.T.
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