No es ya que los periódicos y las revistas renuncien a disponer de equipos de investigación en sus redacciones
Tampoco que las agencias de noticias estén dispuestas a perder prestigio antes que a buscar dinero para mantener su nivel de calidad
No es ya que las radios se limiten a tirar de lo que dicen los periódicos sin molestarse en contrastarlo
No es que en la tele los contenidos sean cada vez más livianos, más triviales, más estomagantes
Es que hasta la imagen, la otrora sacrosanta imagen, parece importar ya un pimiento.
Me sé de algunos que antes eran capaces de tirarse horas componiendo un plano para que quedara “niquelao” a los que ahora les vale el encuadre que sea con tal de que esté listo rápido y sea barato.
¿Qué hay un pelotazo de luz en la cara del entrevistado? Da igual.
¿Qué está azul porque no se ha hecho balance de blancos? Qué más da.
¿Qué no se entiende lo que dice el que habla? No importa. Se le subtitula
¡Ah, aquellos tiempos en que los presentadores de televisión pedían perdón cuando una imagen o un sonido no tenían la calidad suficiente!
Porque sí, hubo un tiempo en que durante la emisión de un programa nunca se cruzaba una cámara en el plano, en que todos los tiros de cámara de un plató estaban medidos milimétricamente, un tiempo en el que la gente que intervenía en la tele lo hacía porque tenía algo que decir.
Y tiempos en los que lo que publicaba una agencia iba a misa, en los que algunos medios eran capaces de tener durante meses a un periodista investigando y pagándole sin que escribiera una sola línea…
Os lo prometo: esas cosas pasaban. Claro que... estamos hablando del siglo pasado
J.T.
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