Si pudieran no tolerarnos, lo harían, decía yo en el post de ayer. Igual que hay a quien le entran ganas de invadir Polonia cuando lleva media hora escuchando a Wagner (W. Allen dixit) existen poderosos que apenas ven a un periodista trabajando en libertad le entran ganas de evitarlo, callarlo, comprarlo… o expulsarlo, como el caso de Ángeles Espinosa, corresponsal de El País en Irán.
Ángeles Espinosa
Cuando hablo de poderosos que son alérgicos a los periodistas no me refiero solamente a los políticos. Hay equipos de fútbol que han tenido y tienen listas negras de informadores “non gratos” a los que se les hace la vida imposible cuando intentan realizar su trabajo.
Hay alcaldes, y no sólo en Marbella, que han recurrido a métodos mafiosos para intimidar a informadores incómodos, presidentes de empresas que han presionado a medios cuyos periodistas estaban metiendo las narices donde a ellos no les gustaba. El método en estos casos es fácil: amenazar con retirar la publicidad a la publicación.
Pero sí parece que a quienes más se los llevan los demonios cuando la prensa se pone en plan mosca cojonera es a los políticos. En su última etapa de presidente de gobierno, Aznar decidió ignorar a los medios del grupo Prisa y pasó de concederle entrevistas durante varios años.
Otra derivada del poder político, las cadenas autonómicas de radio y televisión, ya sean de derechas o de izquierdas, tienen una serie de personas que ¡oh casualidad!, jamás pisan sus estudios. Eso sí, que no les llamen listas negras, que se ofenden los chicos que las dirigen, tan decentes ellos.
Que en Irán, Venezuela, China o Cuba lo de informar en libertad sea una entelequia es directamente inaceptable. Pero muchos de los que me leéis sabéis que esto, sin tanta alharaca, pasa todos los días “chez nous” (en casa) que dirían los franceses. Eso sí, mucho más sibilino y menos aparatoso.
J.T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario