Preparamos mi hija Gádor y yo la comida del mediodía. Ponemos la radio. Por inercia, en mi caso quizás por militancia, la tenemos sintonizada en Radio Tres: escuchamos un programa dedicado a John Lennon que este nueve de octubre, si estuviera vivo, habría cumplido setenta años como muy bien se han encargado google y youtube de recordarnos sin desmayo.
- ¿Quién fue John Lennon, papá?
Eran aproximadamente las dos y media de la tarde cuando Gádor me ha hecho esta pregunta.
- Tráete si quieres el ordenador, le he dicho
El único ordenador que tenemos en casa es un modesto netbook. Mientras preparábamos la comida y la mesa, mientras comíamos y durante el escaso tiempo de sobremesa del que disponíamos antes de la hora en que ella había quedado con sus amigas para pasar la tarde, mi hija ha conocido la historia de los Beatles, de John y Yoko, de Ringo, de George, de Paul… ha visto fotos de todos ellos y las portadas de sus discos, ha escuchado sus canciones y los ha visto actuar juntos y por separado a cada uno: a Lennon cantando Imagine, a Harrison interpretando My swet lord y a McCartney cantando al piano Let it be junto a sus compañeros en el estudio de grabación… Ni siquiera ha faltado la Plastic Ono Band cantando el Give peace a chance.
Además se ha leído la biografía de Lennon en la wikipedia. Ha puesto especial atención en el período de su infancia, sobre el que hemos comentado el dilema que tuvo John a los cinco años cuando se vio obligado a elegir entre su padre y su madre. Pero lo que más le ha impactado ha sido conocer la edad a la que lo asesinaron –cuarenta años- y lo absurda que fue su muerte a manos de un perturbado.
A las cuatro y media estábamos saliendo de casa. En apenas dos horas, mi hija se había puesto al día sobre la historia y la importancia de los Beatles. ¿De cuánto tiempo y de cuántos recursos hubiera tenido yo que disponer para conseguir esos mismos resultados si su hermana Patricia, que es doce años mayor que ella, me hubiera hecho la misma pregunta cuando tenía la edad que ahora tiene Gádor?
Pues eso, que el mundo cambia que es una barbaridad. ¿O soy yo, que quizás lo asimilo a una velocidad menor de la aconsejable?
J.T
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