Túnez, diciembre 2010
Egipto, enero 2011
Rastreo mis periódicos y revistas internacionales de cabecera -de la prensa española ni hablo- y me las veo y me las deseo para encontrar alguna noticia de Túnez o Egipto.
Las vicisitudes de los dos países que tuvieron en vilo al mundo desde mitad de diciembre del año pasado y durante los primeros cuarenta días de dos mil once han desaparecido de la faz informativa cuando aún no hemos consumido siquiera el primer trimestre del año.
Ya no son carne de apertura. Ahora les toca el turno a Japón (cada vez menos, por cierto), Yemen y sobre todo Libia, donde parece que vamos a tener carnaza unas semanitas como mínimo. Hasta ahí de acuerdo (no con lo de la carnaza, sino con lo de la apertura). Pero ¿de verdad que no es posible encontrarles un hueco a Túnez o Egipto en ningún planillo ni en ninguna escaleta?
Los llamados informativos de televisión, que cada vez hacen menos honor a su nombre, se frotan las manos: bombas, sangre, muertos, un lunático que divide a los que se alían contra él... ¡qué chollo, Libia!.
En este contexto, claro, hablar de Túnez o Egipto casi suena a libro de texto. No es posible (bueno, posible por lo que se ve sí es) que quienes estamos interesados en seguir cómo van las cosas en los dos países donde prendió la mecha de la contestación frente a los sátrapas lo tengamos tan difícil.
Nos hemos enterado que se ha celebrado un referéndum en Egipto para aprobar el proceso de reformas políticas porque han agredido al nobel El Baradei. Y en cuanto a Túnez como el 24 de julio, fecha anunciada para celebrar elecciones, está todavía tan lejos pues nada, ni palabra del proceso de transformación en una sociedad que, cuando se puso a la faena, en menos de un mes consiguió echar del pais a quien lo había tenido tiranizado durante casi treinta años.
Qué voracidad, qué velocidad, qué dificultad para repasar lo que ha ocurrido hace apenas dos meses, para digerirlo, para entenderlo... Para entenderlo y seguir de cerca cómo van las cosas en los dos primeros países del mundo árabe que, con su determinación, obligaron a sus gobernantes a huir y pusieron en marcha una imparable dinámica de indiscutible importancia histórica.
J.T.
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