A ver, Mariano, di Bárcenas, hombre, que no pasa nada. Venga, vamos a intentarlo: la b con la a…
El refranero cuenta con un generoso repertorio de frases que ponderan las ventajas del silencio y que Rajoy, con su memoria de opositor, debió aprender bien en su día: “no hables a menos que puedas mejorar el silencio”,”uno es prisionero de lo que dice y propietario de lo que calla”… Registrador de la propiedad como es, debe archivar las escrituras de sus silencios para sacarlas, como todo aplicado especulador, cuando cree que puede obtener la mayor rentabilidad.
En silencio aguantó Mariano carros y carretas cuando perdió en 2004 sus primeras elecciones. En 2008 volvió a perder, hizo amago de tirar la toalla pero optó por continuar… callado. Cuando, tras ganar en 2011, dio a conocer los nombres y apellidos de los “agraciados” que iban a ser miembros de su gobierno, nada más leerlos dobló el papel y desapareció sin hacer el más mínimo comentario.
Cuarenta días tardó en comparecer de nuevo y lo hizo en Bruselas tras varios viernes en los que sus ministros ya nos habían revuelto los ánimos y las tripas con recortes, subidas de impuestos, eliminación de derechos y anuncios apocalípticos. Admitió que no iba a poder cumplir el programa con el que había ganado las elecciones y convirtió en pareja de hecho el silencio y el cinismo, las dos características que definen su proceder habitual desde entonces.
No es que ahora se niegue a pronunciar la palabra Bárcenas. Es que lleva casi veinte meses sin coger jamás ningún toro por los cuernos, escapándose por los garajes, eludiendo comparecer, dejándole los marrones a sus ministros, legándole a la historia hallazgos como la “plasmaconferencia” de prensa… y callando.
Callar está bien si a cambio escuchas. El silencio solía tener buena prensa hasta que hemos visto usarlo a Rajoy. Su manera de callar reviste carácter de desprecio hacia sus empleadores, que somos todos los ciudadanos que lo hemos puesto ahí democráticamente y a quienes nunca escucha. Es nuestro servidor, pero él solo sirve a Alemania. Se debe a nuestros intereses, pero nos machaca para complacer a bancos y empresarios y además tiene la caradura de explicarnos, cuando se decide a abrir la boca, que es por nuestro bien, que ya veremos cómo empezamos a mejorar pronto.
Su manera de reaccionar ante todo lo que rodea al escándalo Bárcenas, su ruidoso silencio ante las indignadas invectivas de su decepcionado predecesor son actitudes más propias de un talante cobarde que calculador.
Ser pusilánime y tener poder es un cóctel explosivo y por lo visto también una práctica contagiosa como lo demuestra el hecho de que la lenguaraz Aguirre, tan suelta ella siempre en foros y cenáculos varios, no se atreva ni a nombrar al ex tesorero Bárcenas en la primera reunión de los prebostes del partido tras el encarcelamiento del simpático -según los presos que lo acompañan- millonario suizo.
Bárcenas. Se llama Bárcenas, ¿verdad, Mariano? Si os cuesta trabajo pronunciar su nombre, yo tengo una amiga logopeda que os puede ayudar. A ver, venga, vamos a intentarlo una vez más: la b con la a…
J.T.